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Alejandra Borrero más allá del arte, teatro y la lucha por la igualdad

Alejandra Borrero revela su legado artístico, social y cultural, desde sus papeles icónicos hasta la creación de Casa E y su lucha contra la violencia.

 

Con más de 40 años de trayectoria, Alejandra Borrero es una de las actrices más influyentes del país y un referente en la defensa de los derechos de las mujeres. Reconocida con premios como el India Catalina, Simón Bolívar y Macondo, ha brillado en teatro, cine y televisión, pero también ha marcado huella al fundar su propio teatro y liderar proyectos sociales que usan el arte como herramienta de transformación.

En su paso por Cracks de la Industria, la actriz y activista compartió sus inicios, los personajes que definieron su carrera, su pasión por la salsa y su compromiso con la paz y la igualdad en Colombia.

Iniciaste muy joven en Popayán, luego estudiaste en Cali. ¿Cuál fue ese momento clave en el que llegas a la televisión o al cine?

Realmente comencé con mis amigos de cine de Caliwood. En un festival de cine de Cartagena conocí a Juan José Bejarano, quien me escogió para un cortometraje que él quería hacer. Decidió que tenía que ser yo, lo escribió y lo hice. Con ese cortometraje me gané el premio a mejor actriz en el Festival de Cine de Bogotá y con eso llegué a la televisión, donde me contrataron.

¿Cuál ha sido ese papel que has querido mucho, pero que no fue tan visible?

Tuve el privilegio de siempre escoger historias que trascendían en el corazón de la gente y que fueron de mucha aceptación. Después de 46 novelas uno recuerda las más exitosas o las que más le tocaron el alma. No es fácil escoger uno poco visible, porque siempre sentí cariño y reconocimiento por mis personajes.

Cuando ya tenías una carrera consolidada, llega un proyecto especial: Casa E. ¿Cómo surge esa idea?

Surgió de una incomodidad: llevaba años hablando con la voz de otros, replicando estereotipos que no siempre me caían bien. Yo quería tener una voz propia y así nació Casa E Borrero. Comenzamos a trabajar desde la creatividad, la capacidad de proponer y de agrandar buenas ideas. Muchos años soñé con montar un espacio como este. Recuerdo que iba donde Fanny Mikey a pedirle consejo y ella me decía “no te metas”, pero al final me lancé. Más allá del dinero, es la felicidad de tener un espacio para la ciudad, para formar gente, y donde yo he podido dirigir, actuar y escribir.

¿Cómo miras la industria cultural del país antes y ahora?

Cuando uno está en el escenario, cree que sin uno no hay espectáculo y que uno es importantísimo. Pero cuando me convertí en productora, entendí que el verdadero trabajo está detrás: la escenografía, los textos, la gente que hace posible que uno se suba al escenario. Hoy la veo con más amplitud y más conciencia de equipo.

¿Te has dado el lujo de escoger lo que quieres hacer?

Sí, me he dado ese lujo. Un par de veces escogí por dinero y me arrepentí profundamente. Desde entonces solo elijo personajes fuertes, mujeres con poder femenino, personajes duales que aporten algo.

¿Qué fue lo que te llevó a liderar causas sociales desde el teatro?

Esas causas están dentro de uno. Cuando montamos esta casa, hicimos una obra sobre abuso sexual infantil y me di cuenta del valor del arte para transformar. El público se conmovía y entendí que era muy importante interpelar sobre estos temas desde el escenario. El arte enseña y conecta.

¿Cómo ha sido tu trabajo con el Festival Ni con el Pétalo de una Rosa?

Llevamos muchos meses de trabajo. Hacemos convocatoria abierta, recibimos unas 60 obras y escogemos cinco. Buscamos patrocinio y vamos sumando propuestas. Será una semana llena de actividades. El festival busca empoderar a las mujeres, no victimizarlas, aunque también aborda el dolor que existe detrás de estas problemáticas.

En ese trabajo social, ¿la política se ha cruzado como obstáculo?

No, porque cuando los ministerios apoyan el festival yo no busco reconocimiento, me interesa que se sumen a hablar de estas temáticas. Trabajo con empresas privadas y públicas, me gusta que todas las voces puedan unirse en torno a un mismo propósito.

¿Qué lugar tienen los musicales en tu trayectoria?

Siempre quise ser cantante, aunque terminé en el teatro. Adoro los musicales, me encanta ver actores que pueden cantar, bailar y actuar al mismo tiempo. Es una formación exigente, que requiere muchos años de trabajo.

Leí que eres bailarina de salsa, ¿es cierto?

¡Claro que sí! Bailé incluso con Celia Cruz cuando la entrevisté en un programa que presentaba, Esta boca es mía. Soy bailarina de salsa desde niña, crecí bailando salsa y la adoro.

¿Cuál crees que ha sido tu mayor aporte al teatro?

Esta casa ha sido plataforma para dramaturgos, actores y directores. Aquí han encontrado su propio lenguaje y muchos ya representan a Colombia en el mundo. Además, el trabajo social con mujeres víctimas de violencia, de trata, del conflicto armado, y más recientemente con enfermos de la clínica Monserrat, ha sido fundamental. Ese granito de arena para la paz es lo que espero sea mi legado.

Después de tantas décadas, ¿cómo ves la evolución de la televisión y el cine en Colombia?

Todo ha cambiado profundamente. Pasamos de editar con tijeras en moviola a lo digital. Hoy hay más cine, más directores, nuevos lenguajes. No creo que sea mejor o peor, simplemente diferente, y me parece muy interesante.

¿Cuál es la obra más importante que has hecho?

Victus. Allí trabajamos un proceso de reconciliación con exparamilitares, exguerrilleros, militares y víctimas civiles. Nos encontramos como familia, quitamos los rótulos y nos vimos como seres humanos. Ese trabajo social es lo menos conocido de mi carrera, pero lo que más orgullo me da.

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