Georgy Parra: el productor que transformó el regional colombiano
Georgy Parra pasó de la salsa a producir éxitos para Jessi Uribe y Yeison Jiménez consolidando a Colombia como potencia del regional.
De la salsa al regional colombiano, Georgy Parra ha forjado una trayectoria que lo convierte en uno de los productores más influyentes de la música popular en Colombia. Su visión y talento lo llevaron a trabajar con figuras como Jessi Uribe, Yeison Jiménez y Pipe Bueno, impulsando un sonido que hoy posiciona al país como potencia del género a nivel internacional.
En su paso por Cracks de la industria, Georgy Parra reveló los retos de reinventarse el proceso creativo detrás de grandes éxitos y la huella que busca dejar en la evolución del regional colombiano.
¿Arrancaste viendo a tu papá siendo ingeniero, no?
Sí. Ese es el discurso que todo el mundo me recuerda: que gateaba en los estudios. Y es verdad. Desde muy pequeño veía a mi papá trabajar con grandes artistas y músicos. Yo trataba de mover perillas y me regañaban, pero para mí era mágico. Ahí fue cuando empecé a enamorarme del ambiente de los estudios de grabación y a entender qué rol quería tener: músico, ingeniero, productor, manager.
¿Qué producía tu papá y con quién trabajaba?
Era ingeniero de Discos Fuentes, en plena época dorada de la música tropical. Trabajó con muchos artistas de la casa, con Fruko también. Mucha gente no sabe, pero soy primo segundo de Fruko: mi papá era su primo hermano. Todo eso me fue conectando y me familiarizó con el sonido tropical.
Cuéntame de esa escuela tropical, ¿qué aprendiste allí?
La música tropical exige mucha instrumentación: trompetas, trombones, orquestación completa. Hacer arreglos de salsa requiere una riqueza musical enorme. Trabajé con productores muy académicos y tesos; aprendí que la salsa es compleja y hacerla bien demanda mucho conocimiento. Eso me enriqueció como músico y productor.
¿Cómo llegas al género popular desde la salsa?
No crecí como mariachi ni siendo fanático del popular, aunque lo escuchaba. El cambio llegó con el proyecto de Pipe Bueno. Ese trabajo fue un antes y un después, porque aporté muchas ideas. En ese momento la industria pedía a gritos un artista joven, innovador, porque hasta entonces los referentes eran los grandes maestros ya adultos. Pipe llegó con otra imagen y conectó con los jóvenes.
¿Cómo viviste ese momento en el que los jóvenes empezaron a conectarse con la música popular?
Hubo tres canciones clave: La tirana de Darío Gómez, Creerte fue un error de El Charrito Negro y De rodillas de Giovanny Ayala. En las rumbas sonaba vallenato o salsa, pero había un momento especial en el que sonaban esos tres temas y los pelados de colegio y universidad los cantaban a grito herido. Eso fue justo antes de Pipe Bueno y abrió el espacio para él.
Después de Pipe, ¿qué detonó tu interés en seguir con el popular?
Yo trabajaba tropical, vallenato e incluso urbano en Medellín con 3 Pesos, Fusión, Perreo… Pero en Discos Fuentes me ponían con artistas populares y algo pasaba: había magia. El primer éxito fue Andariego de Dos Días, que se volvió referencia. Luego vino Jhon Alex Castaño con Amigos con derechos, Dos razones… y después Jessi Uribe, que fue un gran hit personal como productor. Jessi se montó en pocos años al nivel de artistas con más de una década de trayectoria.
¿Qué aportaste tú como productor en ese crecimiento?
Haber trabajado varios géneros me dio creatividad y frescura. Los géneros suelen quedarse con los mismos compositores y productores. Yo llegué con nuevas ideas y sonidos, pensando cómo debía sonar el popular, qué colores darle. Eso ayudó a innovar.
¿Cómo ves el rol de los productores en Colombia hoy?
Ha crecido mucho, gracias al aprendizaje del género urbano. En EE. UU. productores como Dr. Dre o Quincy Jones son protagonistas, y en lo latino Sergio George o Kike Santander. El productor es quien entiende qué quiere escuchar la gente, aunque el artista sea la cara visible. Somos quienes engranamos las ideas y las transformamos en canciones que conectan.
¿Sientes que tu marca como productor influye en cómo los artistas llegan al estudio?
Sí, totalmente. Muchos llegan sin saberse bien la canción, pero ya saben cómo gritar “Georgy Parra, Salvaje” en la pista (risas). Es bonito, pero también insisto en que esto es de equipo: productor, artista, manager, disquera. Un ejemplo claro fue Dulce pecado de Jessi Uribe: no gustó a los medios al inicio porque parecía muy sencilla, pero el equipo creyó y la defendió hasta convertirla en récord digital.
Cuando trabajas una canción, ¿piensas si será un hit?
Aprendí a no hacerlo. Prefiero trabajar con un checklist: buen coro, que llegue rápido, que las estrofas enganchen, que la duración funcione… Hago canciones objetivas. Cuando uno se obsesiona con hacer un palo, se pierde.
¿Has sentido que hay artistas sobrevalorados o canciones que pudieron ser mejores?
Aprendí a no juzgar. A veces ves un artista pequeño, sin futuro y con disciplina te sorprende. La disciplina supera al talento. Y con canciones, siempre quedan detalles que uno quisiera cambiar, pero en el arte uno no termina, uno abandona. Por ejemplo, con Vete de Yeison Jiménez sentí que la velocidad estaba un poco baja, pero ya estaba grabada. Aun así fue un palazo.
En 2021 publicaste un post sobre la falta de presencia del popular en los Latin Grammy. ¿Qué piensas hoy?
Hemos logrado una internacionalización impresionante. Jessi y Yeison giran en países como Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay y Centroamérica. Pero necesitamos más unión y propuestas diferenciadas. El paralelo es con el reguetón: al inicio los de Medellín imitaban a Puerto Rico hasta que encontraron su propio color. En el popular pasa lo mismo: no debemos sonar idénticos a México, sino explotar lo nuestro: los requintos andinos, el acordeón, los toques tangueros. Ese es el regional colombiano que puede trascender.
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