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Carmen Mirabal: memorias inéditas junto a la Fania All Stars

Carmen Mirabal comparte sus anécdotas como relacionista pública de la Fania All Stars y revela historias ocultas de Héctor Lavoe y Celia Cruz.

Carmen Mirabal, periodista, escritora y pionera de la comunicación musical en Latinoamérica, comenzó su carrera a los 14 años y la llevó a convertirse en relacionista pública de la Fania All Stars. Esta experiencia la marcó para siempre y hoy la recuerda en su nuevo libro La Mirabal: Nunca serás nadie”.

Carmen, ¿cómo hiciste para iniciar tan temprano en la industria musical, con apenas 14 años?

Yo diría que empecé por accidente. A los 11 años me rompí una pierna y, durante mi recuperación, mi papá —que era supervisor postal— me traía revistas que recogía de las mudanzas. Me compró una máquina de escribir y empecé a enviar artículos a los medios. Como no preguntaban la edad, me publicaban todo. Más tarde conocí a Charles Tarr, dueño de una distribuidora musical, y me contrató para manejar fan clubs y hacer comunicados de prensa. De ahí pasé a trabajar con la Fania cuando Masucci me mandó a buscar a Puerto Rico. Yo era menor de edad y viajé con mi mamá. Fue una experiencia impresionante: a los 16 años ya estaba en giras por Europa y Latinoamérica.

¿Cómo era viajar y convivir con la Fania All Stars?

La gente suele inventar historias, pero en realidad había mucho compañerismo. En los aviones era imposible dormir: si uno sacaba los bongós, otro sacaba la conga y se armaba la rumba. Cuando llegó Celia Cruz, hubo más respeto y silencio por ella. Héctor Lavoe, por ejemplo, era el más chistoso: siempre gastaba bromas. Era un ambiente alegre, aunque a veces difícil porque yo era la única mujer. Sin embargo, siempre me hice respetar y nunca tuve problemas.

¿Cómo funcionaba tu trabajo como relacionista pública en esa época?

Todo era por teléfono. Yo misma llevaba a los artistas a entrevistas en periódicos, revistas y radios. El mayor problema era la disciplina con los horarios: les decías 10 a.m. y llegaban a la 1 p.m. Aprendí rápido a no pautar nada en la mañana. Los músicos criados en Estados Unidos eran más puntuales, pero en general había que adaptarse.

Carmen, siempre se habla de excesos en la Fania. ¿Cómo fue tu relación con eso?

Es cierto que bebían y consumían cosas, pero nunca delante de mí. Desde el principio dejé claro: no fumo, no bebo y nada más. Ellos lo respetaban, incluso me protegían. Si había camerinos donde pasaba algo, no me dejaban entrar. Había un respeto total hacia mi persona.

En la película El Cantante se muestra a Héctor Lavoe de manera muy oscura. ¿Cómo lo recuerdas tú?

Esa película me dio coraje. Solo contaron la versión de la esposa y no consultaron a los que estuvimos allí. Héctor sí tenía sus problemas, pero nunca fue ese hombre amargado que mostraron. Él era simpático, siempre con sentido del humor, siempre haciendo reír. Además, la parte artística quedó borrada: en Europa y África la gente preguntaba por él, era “el cantante de los cantantes”. Me parece injusto que solo se mostrara su lado oscuro.

Con tantas historias vividas, ¿te han propuesto hacer una serie o película?

Sí, incluso en Colombia se me acercaron, pero no acepté porque querían libertad total en el guion. Yo cuido mucho mi reputación: no voy a permitir que inventen cosas que nunca hice. Ya vi lo que pasó con la serie de Celia Cruz, donde inventaron personajes y distorsionaron la historia.

Tu libro se titula Nunca serás nadie, ¿por qué ese nombre?

Porque muchas veces me dijeron eso, que nunca llegaría a nada. Yo quiero que los jóvenes sepan que para ser alguien en la industria no basta con dinero o estudio de grabación: hay sacrificio, disciplina y mucho trabajo detrás.

Finalmente, ¿qué significa para ti la Fania All Stars?

Aprendizaje. Si no hubiera estado allí, nunca habría trabajado con artistas como Paul Anka o Linda Carter. La gente ve a la Fania solo como salsa, pero la industria la entendió como la “Motown latina”. Fue mucho más grande de lo que la gente piensa, sobre todo en Europa. Para mí fue una escuela que me abrió todas las puertas.

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